
La reciente visita de la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, a la provincia de Corrientes, dejó más que una postal institucional. En medio de tensiones evidentes con el presidente Javier Milei, el recibimiento formal y respetuoso que le brindó el gobernador Gustavo Valdés no pasó desapercibido y se transformó en un mensaje político sutil pero claro.

El acto solemne por el regreso de los restos del sargento Juan Bautista Cabral a su tierra natal fue el escenario perfecto donde confluyeron la memoria histórica y la actualidad política. La presencia de Villarruel —hoy distanciada y prácticamente enfrentada con el jefe de Estado— evidenció un gesto institucional del gobierno correntino que, sin estridencias, reafirmó su autonomía y capacidad de diálogo.

En un contexto nacional marcado por la polarización y el conflicto, Corrientes optó por preservar las formas y respetar los símbolos. La figura de Cabral, héroe de la independencia y emblema del coraje popular, fue el nexo simbólico que permitió al Gobierno provincial reivindicar su identidad, sin renunciar a la institucionalidad ni ceder ante la lógica confrontativa del poder central.

Villarruel, acusada de “traidora” por el propio Milei tras haber habilitado el tratamiento de leyes opuestas al ajuste libertario, encontró en Corrientes un espacio de reconocimiento que contrastó fuertemente con su marginación dentro de La Libertad Avanza. Allí no fue la «enemiga interna», sino una funcionaria nacional que participó activamente de una ceremonia histórica junto a un pueblo que valora tanto la memoria como la institucionalidad.La actitud del gobernador Valdés, sin declaraciones altisonantes ni sobreactuaciones, dejó entrever una postura de equilibrio político. Su acompañamiento al proceso de repatriación de Cabral, impulsado por décadas desde la comunidad de Saladas, demuestra un compromiso con causas que trascienden la coyuntura y que reivindican la historia federal del país.

A diferencia del ninguneo del oficialismo nacional, que incluso intentó poner trabas al traslado de los restos del prócer, Corrientes ofreció un marco de respeto, pertenencia y orgullo. Fue una respuesta elocuente, sin necesidad de pronunciar una sola palabra política: la institucionalidad no se negocia, y mucho menos la identidad provincial.
Este episodio reaviva además una línea de análisis político que empieza a tomar forma en todo el país: la búsqueda de un equilibrio republicano por fuera de los extremos, con gobernadores que, como Valdés, sostienen políticas de responsabilidad fiscal sin abandonar la inversión social ni la sensibilidad histórica.
Así, Corrientes volvió a plantarse como una provincia que honra su pasado y proyecta su presente desde una lógica propia, sin tutelajes ni imposiciones. Lo que se vivió en Saladas no fue solo un homenaje a Cabral, sino una reafirmación del carácter federal y soberano de una provincia que no se deja avasallar.